El reloj marcaba las doce del mediodía de es domingo cuando la tranquilidad de Arroyo Paneque se ha visto interrumpida por un rugido creciente. No era el ruido de las fiestas ni el bullicio del mercado, sino el crepitar siniestro de un fuego devorando cañaverales secos. Dos dotaciones de bomberos se han desplegado rápidamente a ambos lados de la vaguada, luchando contra el avance del incendio que amenazaba con borrar un pedazo de historia local.
La ingente cantidad de basura en la zona, protagonista en un incendio reciente- hace solo un par de semanas - sigue presente en la zona de difícil acceso que complica sobremanera las labores de extinción. La Policía Local también se ha desplazado con premura a la zona para colaborar en el esfuerzo titánico contra las llamas y el calor, que mantiene a los vecinos de la zona en suspenso.
El incendio, declarado en una zona de cañaveral entre el Ambulatorio de Manzanera y los Grupos El Rocío, azota con furia la antigua "Huerta de Manolo". Este lugar se ha convertido en el escenario de una batalla contra un enemigo ancestral: el fuego. Las cañas, secas como huesos bajo el sol implacable de julio, han prendido con una facilidad aterradora, enviando columnas de humo gris que se alzan al cielo, visibles desde kilómetros a la redonda.
Los bomberos, equipados con mangueras y trajes ignífugos, parecen figuras espectrales en medio de la humareda. A medida que el sol asciende en el cielo, el calor y el humo se intensifican, complicando la labor de los bomberos. Los cañaverales, tan secos que crujen bajo el mínimo roce, se han convertido en antorchas que alimentan el infierno desatado. Cada minuto es una lucha titánica contra la naturaleza y el tiempo. La estrategia de los bomberos incluye no solo apagar las llamas, sino también evitar que el fuego se extienda áreas residenciales cercanas.
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