Las altas temperaturas del verano ceutí apenas menguaban el entusiasmo de los presentes mientras los cuidadores caninos preparaban la exhibición. José Antonio Delicado, jefe del equipo de estupefacientes de la Comandancia de Ceuta acompañado por el también cabo primero Jesús Villalba, se encontraba al frente, explicando con detalle el meticuloso entrenamiento de los perros. "Ahora mismo vamos a sacar los perretes para que cualquier persona los toque, interactúe un poquito con ellos," comenzó Delicado, mientras los ojos de los mayores se iluminaban al ver a los perros Aria y Ruby.
Aria, una experta en detección de drogas, y Ruby, especialista en explosivos, realizaron una búsqueda sistemática de sustancias ocultas en mochilas dispuestas en el área. "El perro iniciará la búsqueda hasta que localice la mochila con la sustancia y se sentará," explicó Delicado. Las mochilas, discretamente colocadas, contenían sustancias específicas para la prueba, y los perros, con su innato sentido del olfato, las detectaron sin fallos.
Delicado continuó, desmitificando algunos conceptos erróneos sobre el entrenamiento canino. "Contrario a lo que muchos piensan, los perros no consumen las drogas que detectan. Ellos buscan el olor que asociamos con su juguete," aclaró. La rutina de entrenamiento es intensa y diaria, combinando ejercicios físicos matutinos con sesiones de búsqueda y juego. Este enfoque mantiene a los perros alerta y comprometidos con su trabajo, garantizando su eficacia en situaciones reales.
Lorena Guedez, de la Unidad Especial de Guías Caninos de la Policía Nacional, presentó a sus compañeras caninas: Mendi, dedicada a la detección de explosivos, y Lúa, entrenada para encontrar drogas y billetes en curso legal. "Nuestros perros empiezan a trabajar entre los ocho meses y el año y medio, y se jubilan alrededor de los ocho o nueve años," señaló Guedez, destacando la dedicación y el vínculo necesario para que los perros sean efectivos en sus tareas.
Tras la demostración, los perros tuvieron la oportunidad de interactuar directamente con los residentes. Las manos temblorosas de los mayores acariciaban los pelajes de Aria, Ruby, Mendi y Lúa, provocando sonrisas y risas en el proceso. "Los mayores, cuando ven los animales, se activan y les gusta estar en contacto con ellos," comentó Delicado. Esta interacción, breve pero significativa, mostró el poder terapéutico de los perros, cuya mera presencia trajo alegría y alivio a los residentes.
La visita fue organizada tras la invitación del director y la psicóloga de la residencia, quienes reconocieron el valor de estas actividades para el bienestar emocional y mental de los mayores. "Es la primera vez que nos hemos desplazado aquí, y ver la reacción positiva de los mayores nos motiva a seguir realizando este tipo de actividades," concluyó Delicado, satisfecho con el impacto de la visita.
Mientras los perros y sus cuidadores se retiraban, los mayores de Gerón quedaron con el recuerdo de una mañana distinta, donde el contacto con estos animales entrenados les brindó un respiro emocional y una conexión con el mundo exterior que rara vez experimentan. La residencia volvió a su tranquila rutina, pero el eco de los ladridos amistosos y las caricias seguía resonando en los pasillos, recordando a todos. la vital importancia de las pequeñas alegrías cotidianas.
Los mayores también quisieron opinar sobre la actividad, que les pareció maravillosa en todo momento, destacando el placer que sienten al poder tener contacto con estos animales. No han dudado en alabar el trato que reciben en la residencia, donde realizan actividades cotidianas que les entretienen.
Solo hacen dos reclamaciones, la necesidad de la instalación de la prometidas piscina y que se les preste un poco más de atención.
