domingo. 08.09.2024

Cuando el reloj marcaba poco más de las 20:30, un vehículo del SEIS (Servicio de Extinción e Incendios y Salvamento) ha irrumpido en la tranquila escena de la antigua prisión de Los Rosales, sus sirenas rasgando el aire con un grito de alarma. Un incendio de rastrojos, uno más en la larga lista de fuegos estivales que azotan la Ciudad, había comenzado a devorar la vegetación seca, alimentado por la aridez y el calor implacable del verano.

El fuego, aunque controlado y sin riesgo de propagarse a zonas habitadas, representa una amenaza constante que parece resurgir cada año con la misma inexorabilidad del ciclo de las estaciones. Los bomberos, vestidos con sus trajes ignífugos y armados con mangueras de alta presión, han comenzado a luchar contra las llamas, su batalla una danza de agua y fuego en el crepúsculo.

Incendio junto a la prisión de Los Rosales / Rafa Báez
Incendio junto a la prisión de Los Rosales / Rafa Báez

La escena en Los Rosales es un reflejo del desafío que enfrenta la comunidad en estos meses de estío. La tierra seca, como un polvorín, se enciende con la menor chispa, y los rastrojos, esos testigos mudos del abandono, se convierten en combustible para las llamas. Los bomberos, figuras heroicas en esta narrativa de humo y calor, despliegan su conocimiento y determinación para evitar que el fuego se convierta en desastre.

A medida que el sol desciende y la luz del día se desvanece, el resplandor anaranjado del incendio se ve contrarrestado por los haces de las linternas de los bomberos y el brillo intermitente de las luces de emergencia. Es un espectáculo hipnótico y sombrío, que recuerda a la Ciudad su vulnerabilidad y la tenacidad de aquellos que se enfrentan a los elementos.

Los bomberos esperan que el incendio pueda ser sofocado en breve, antes de que la oscuridad tome la escena. Sin embargo, la sombra de futuros incendios persiste, una amenaza recurrente que exige una vigilancia constante y una respuesta rápida. Los rastrojos, esos vestigios de vegetación olvidada, seguirán siendo un reto para Ceuta, un recordatorio de que en cada verano reside un potencial de caos que solo puede ser contenido por la diligencia y el coraje de sus bomberos.

Los bomberos luchan contra las llamas en una tarde de verano