martes. 01.10.2024

 El obispo de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, ha presidido hoy la que podría ser su última misa con motivo de la Jornada Mundial de las Migraciones al frente de la Diócesis que aún dirige, tras que presentase el pasado verano su dimisión por motivos de edad. En su homilía, Zornoza ha afirmado que "hay que recorrer juntos una parte del camino, con nuestra comunidad, parroquia, diócesis, implicando a los habitantes de las periferias existenciales que el Papa Francisco nos anima a acoger. El Santo  Padre nos recuerda que todos nosotros, Pueblo de Dios, somos migrantes en esta tierra,, en camino hacia la verdadera patria, el Reino de los Cielos. Los migrantes son un icono contemporáneo de este pueblo en camino, de la Iglesia en camino y, al mismmo tiempo, es en ellos y en todos nuestros hermanos y hermanas vulnerables donde podemos encontrar al Señor, que camina con nosotros".

Zornoza considera conveniente recordar "esta misión tan importante de caridad y de respuesta cristiana a la realidad migratoria, que llega a ser una circunstancia que marca la vida contemporánea y que muchas veces es problemática. La Iglesia defiende siempre el derecho a emigrar y a no emigrar. Cuántos quisieran ejercer el derecho a no emigrar, pero no pueden seguir viviendo en algunas circunstancias", se preguntó el obispo.

El responsable diocesano puso el foco "en aquellos que tienen la posibilidad de solucionar los problemas de la emigración, los gobiernos de los distintos países del mundo. "Por lo que se ve, por las carencias, por los atropellos, la forma en que se hace y las consecuencias que tiene, no está suficientemente resuelto ni atendido por quienes tienen en su mano el poder de los pueblos y pueden dar soluciones políticas.

A ellos hay que pedir siempre en nombre propio, como ciudadanos, que velen por esta situación, que daría, en el fondo, una estabilidad a los pueblos que salen de sus casas y a aquellos países que los reciben, y así se haría un mundo mejor", además de considerar que "cuando vemos a ese pueblo que camina, vemos un camino que se hace como el que hacemos los cristianos. En ese camino el pueblo de Dios itinerante abre sus brazos  y abre sus puertas y quisiera acoger a todos cuantos se acercan a Él. Incluso ir al mundo entero a anunciar el Evangelio y que todos los hombres puedan comprender su destino glorioso. Tenemos ahora la oportunidad de vivir siendo nosotros los receptores y acogedores de aquellas personas que, además, nos muestran un rostro muchas veces doliente, en el que Cristo ha querido identificarse".

Zornoza llama a acoger migrantes, "en cuyo rostro Dios se reencarna"