"Mis tíos tenían una tienda ahí. Mis abuelos vivían encima, y yo me quedaba a dormir encima, desde que siendo niño me pasaron por el manto de la Patrona. Luego, ahí estuvo mi estudio durante décadas y aquí, donde daba mis primeros pasos conocí a mi novia siendo niños y estuvimos juntos hasta que murió hace tres años. Nuncai hubo otra, no conocí a otra mujer. Por eso, cuando ella se fue, me quedé sin ganas de seguir trabajando, prácticamente sin ganas de nada". En ese momento, la mirada se le humedece a Francisco Pérez Buades. Acaba de resumir su vida en torno a un lugar que conoce, posiblemente, como nadie.
A partir de ese momento en que se queda sin su compañera de vida, Pérez Buades decide que ya ha llegado el momento de poner el punto y final, también, a su trayectoria personal. "Vendí mi estudio -ubicado entre la Plaza de África y la Plaza de San Daniel-, y me propuse qué hacer con el archivo. Contacté con Isabel Valriberas y José Luis Gómez Barceló, y una serie de técnicos han estado viniendo durante un par de años para catalogarlo, porque a ellos les interesaba mucho tener el archivo completo de un arquitecto en el Archivo". A Pérez Buades le han dolido especialmente algunos comentarios sobre "lo qué he cobrado. Parece que hay gente en redes sociales que no sabe lo que es ceder o donar. No he cobrado un duro: para mi es un honor dejarle el archivo con mi trabajo a mi pueblo", insiste.
Un archivo en el que podrán consultarse los documentos de trabajos como la Plaza de España, "los árabes eran los mejores arquitectos qué ha habido, y ellos hablaban de que una plaza tenía que tener agua, gente sentada, azahar y sombra", la Capilla del Descendimiento, el Poblado Marinero o su último trabajo: el claustro de la Ermita de San Antonio, "junto a una vivienda de un particular en Villajovita, que anda con algo de retraso desde la pandemia" en cuanto a permisos.
<Pero cuando le preguntamos si la obra de la que más orgulloso se siente está a pocos metros, "no te vas a equivocar", nos dice. "Desde siempre he estado ligado a la Virgen de África.Tuve el honor de ser el hermano mayor de su Cofradía, me tuve que enfrentar a los cultos de Cultura y me correspondió irme cuando ellos decían que no estaba en condiciones de procesionar, y durante un lustro estuvimos cantando la Salve cada cinco de agosto". Aquello, y si se acuerdan ya han traspasado la cuarentena, de que la Virgen debía estar "vestida, coronada y en la calle".
Pero a el le correspondió "el honor de diseñar la nueva fachada de la Iglesia de África, o el camarin inífugo, con cerámica traída desde Portugal como la propia Virgen", recuerda. "Lo he hecho por devoción a ella, por el amor de un hijo a su madre", dice este 'niño de (plaza) África'. Ahora tiene una sensación agridulce. "De un lado, el saber que ya todo ha terminado. Aquello para lo que me dediqué durante tantos años, para lo que me formé en Sevilla y me vine a Ceuta. Pero me queda el honor del reconcomiento, de entrevistas en medios de comunicación" dice antes de ir al encuentro diario con su Virgen.
