Quien conozca, siquiera mínimamente, al presidente de la Ciudad y haya tenido la ocasión de asistir a uno de sus discursos a lo largo de los casi 25 años que lleva ocupando el cargo, sabrá que Juan Vivas es hombre con gusto por la cita literaria. En particular, por uno de los libros que mencionan a Ceuta a lo largo de la historia universal, como es la Odisea de Homero. Aquel cantar, luego publicado, en el que se narran las desventuras de Ulises tras culminar la Guerra de Troya y regresar a su ïtaca natal, tras años de azares por mares y países. Uno de esos lugares, huelga decirlo, es Ceuta, donde tras sortear a Caribdis -para los griegos el demonio de las profundidades, para nosotros probablemente un temporal de Levante- acudió a Calipso para dejarse seducir por Circe, la reina de las sirenas. De ahí, vuelta a su isla con Penélope, Telémaco y el perro más fiel de la historia de la literatura mundial: ese Argos que esperó la llegada de su amo para expirar justo en el momento en que desembarcaba camuflado entre las pieles de un carnero para no levantar sospechas entre sus enemigos.
Hoy, Juan Vivas, lo ha vuelto a hacer. Para homenajear a alguien que, como el astuto monarca, tardó años en regresar a su tierra, a su origen. Es Fernando Rocha Castilla: militar de una amplísima trayectoria que ya languidece y que no tuvo, hasta el tramo final de sus años castrenses, la oportunidad de ser destinado en su tierra. Como Ulises, le costó trabajo regresar a su hogar. Como Ulises, dice Vivas "tuvo que tomar distintas decisiones en cada puerto".
Rocha recibe estos días multitud de homenajes. Hoy ha sido uno más: en el mismo Salón del Trono pintado por Mariano Bertuchi y que está presto a cumplir su primer siglo de vida. "He representado a mi país, con orgullo, donde me ha tocado, pero no fue hasta 2016 cuando vine destinado por primera vez a Ceuta". Lo hizo, además, como coronel de una de las unidades con más carisma del Ejército español. "Mandar Regulares, entonces en vida aún de mis padres, y trabajar en ese cuartel tan bonito, con los veteranos, pasear por Hadú".... La experiencia del coronel Rocha le marcó. Pero luego ascendió. Y como segundo general de la Comandancia en la Ciudad que le vió nacer, Fernando Rocha pasa a la segunda actividad.
Da a entender que partirá, con su familia, lejos de Ceuta. "Aún no nos hemos ido, y ya la echamos de menos", dice. Vivas afirma que Fernando Rocha "está, física e intelectualmente, en el mejor momento de su vida y seguro que podrá seguir haciendo cosas. Quien cuente con sus servicios, estará incorporando a una persona válida y experta, sobre todo, en tratar con la gente". Rocha responde, tirando de modestia "que no soy tanto como me dice el presidente. Yo he servido a España desde el Ejército; ustedes desde la política", dice dirigiéndose a una bancada de autoridades en la que figuran buena parte de los miembros del Gobierno de la Ciudad y diputados de MDyC y PSOE.Tanto Rocha como su mujer, Almudena, reciben sendos presentes. El, una réplica de la Virgen de África; ella, un ramo de flores que le entrega Dolores Puya, esposa de Vivas. Y abrazos. Y parabienes. Mañana, turno para despedirse de la unidad que tanto le marcó, con una parada militar en Regulares.
Homero nunca explicó como vivió Ulises tras regresar a Ïtaca. Fernando Rocha está, sin embargo, a tiempo de descubrirnos a los demás el secreto de algo tan soñado por tantos y difícil como, simplemente, ser profeta en su tierra.
