martes. 17.09.2024

La fecha del 8 de septiembre de 2022 estará, siempre, ligada al nombre de Isabel II. Para tres cuartas partes de la humanidad, por ser el día en que falleció la Reina de Inglaterra, quizá el último icono del siglo XX. Pero justo enfrente de una de las últimas colonias británicas, Gibraltar, en una ciudad española llamada Ceuta empezaba a arder el monte que lleva ese mismo nombre. No por la soberana británica, sino por la española. Pero hasta aquí, en el terreno de la coincidencia y la curiosidad, el repaso por las casas reales.

Hasta aquí, porque ese día ardió, literalmente, la zona oeste de la ciudad. Ciento treinta hectáreas -casi el 7% de la extensión total de la ciudad- cayeron  fulminadas, como consecuencia de un incendio con varios focos y que obligó a movilizar a todos los recursos disponibles de la ciudad y también a la Unidad Militar de Emergencias. Cuando esta llegó,  prácticamente solo pudieron hacer el relevo a unos bomberos de Ceuta, literalmente, agotados. Horas antes han desalojado las viviendas aledañas al lugar. El Pabellón de La Libertad se convierte en improvisado hogar para quien haya tenido que abandonar sus casas; solo una congregación evangelista venida desde Andalucía esos días, y que pernoctaba en el Complejo Rural 'Miguel De Luque', usa el recurso del polideportivo.

Hubo varios focos. Incluso, se habló de un antiguo vehículo abandonado. Nada. El caso es que la certidumbre de que el incendio fue provocado es tan grande como la sensación de que, salvo confesión inesperada o chivatazo, nunca sabremos quien ni por qué provocö aquel desastre. Ese día, las cámaras de videovigilancia estaban estropeadas. Sin ese material, admiten fuentes de la Guarida Civil, es imposible confiar en nada que no sea un golpe de azar para esclarecer el asunto.

La investigación, oficialmente, no ha sido cancelada. Antes al contrario, sigue abierta, pero prácticamente como un formalismo. Lo único que si es cierto es que Ceuta se vió, literalmente, mutilada aquella aciaga noche. No hubo que lamentar daños personales -apenas alguna persona tratada por inhalación de humos- pero si la muerte de buena parte de nuestro ecosistema, de un paisaje común a generaciones de ceutíes.

Sin embargo, de aquello quedan enseñanzas positivas. La obligatoriedad de que uno de los barcos del contrato de interés público esté siempre disponbile en caso de que la UME lo necesite, el debate abierto sobre las especies invasoras y su necesaria desaparición o la posibilidad de que el incendio, al contrario de lo que se piensa, pueda tener consecuencias favorables en la regeneración del monte -lo dicen expertos en la materia- están sobre la mesa.

Dos años del mayor incendio de la historia de Ceuta; dos años sin respuestas