Mucho se habla, pero es que es mucho material para hacerlo, de aquel Protectorado español en la primera mitad del siglo XX. No sólo porque aquellos Annual, Primo de Rivera y demás estén de centenario: es que la historia de España y, posiblemente, del mundo no serían las mismas sin lo que ocurrió en aquellos años en esta latitud. Annual fue el caldo de cultivo perfecto para que arraigase una profunda sensación de desapego entre las clases populares y las dirigentes; sin ese trauma nacional no hubiera sido posible, tal vez, la caída de la Monarquía, la República, la Guerra Civil, el franquismo, la transición hacia la democracia y así podemos encontrar, aún en nuestros días, acontecimientos que hunden sus raíces en aquellos días. Eso en España: desligar Annual del surgimiento del actual Marruecos o la permanente crisis del Sáhara sería iluso, o incluso de la más contada de las batallas del pasado siglo. Si: la mesa de operaciones de Eisenhower y Patton, los hermosos discursos de Winston Churchill -que para algo fue premio Nobel de Literatura, y no de la Paz- o el postureo chauvinista de De Gaulle. A eso nos lleva el subconsciente cuando hablamos del Desembarco de Normandía. Pero ¿y si todo esto empezó en Ceuta?. ¿En una publicación editada, en sus primeros momentos, por un empresario ceutí con la entusiasta colaboración de dos militares que luego darían que hablar?. Porque aquel Día D y esa Hora H, ese 6 de junio de 1944, estuvo inspirado por lo que habían hecho los españoles y franceses en el Norte de Marruecos veinte años antes: el Desembarco de Alhucemas.
Pero ¿se está viniendo muy arriba el firmante cuando situamos en Ceuta el germen de aquello?. Quizá, no tanto. En 1924 se publica la primera edición de 'África': una revista de tropas coloniales en la que los militares de la época hablaban de cosas de la época; con ese prisma, ha de verse. En sus primeros números, "se pedía que la alianza entre franceses y españoles pacificara la zona. La alianza que se pedía era política, puesto que ya existía militar y hasta económicamente". . Meses después, se producía el Desembarco de Alhucemas. El entrecomillado pertenece a Federico, nieto de Antonio Martín de la Escalera. Concejal, empresario, muerto meses antes de la Guerra Civil del Siglo XX (no cabe definir, de otra manera, a los confictos carlistas del XIX o la Guerra de Sucesión del XVIII) y director de una revista que tendría también entre sus primeros editores a dos uniformados de los que hablaría la historia en años venideros: Francisco Franco Bahamonde y Gonzalo Queipo de Llano.
"La revista, en cierto modo, ha estado estigmatizada" por contar en su staff con Franco y Queipo de Llano, " pero es la historia, y como tal hay que contarla", sentencia Martín de la Escalera. No es menos cierto que "Franco por aquella época era un teniente coronel, al mando de la Legión". Pero no cometamos el error de pensar que África es sólo la revista en la que escribieron ambos; también son las pinturas de Mariano Bertuchi o las fotografías de Bartolomé Ros. "Entre otros muchos".
Pero también está la faceta personal. Del hombre que se emociona cuando se le pregunta por un abuelo al que no conoció, pero cuyo legado "se encargó de contarnos mi padre. Un legado, además, de muchos documentos, de mucha historia". Un tesoro para los amantes de investigar nuestro pasado sin salir de casa, en definitiva.
La de Martín de la Escalera ha sido la primera conferencia de unas Jornadas de Historia del Instituto de Estudios Ceutíes que se extenderán hasta el próximo viernes, y cuyo programa pueden consultar AQUÍ.
