jueves. 19.09.2024

Ángel García (Mieres, 1937) conoce Ceuta. Y muy bien. La de este viernes, para ofrecer que su organización Mensajeros de la Paz ayude a descongestionar la saturada lista de menores a los que atiende la Ciudad Autónoma de Ceuta no es sino una más  de sus visitas a Ceuta. Una ciudad para la que, desde luego, siempre ha tenido una especial aproximación, haciendo el mismo ofrecimiento hace tres años tras la entrada masiva de mayo de 2021.

Y su presencia, como decíamos, es habitual en Ceuta durante el último cuarto de siglo. Lo fue para inaugurar la sede del Teléfono Dorado en la Plaza Teniente Ruiz: durante un par de años, uno de los más modernos edificios del centro de Ceuta dedica una planta entera al teléfono de la esperanza. Aquel al que muchas personas llamaban busando, simplemente, consuelo. Era 1998, y la inauguración de esa sede contó con la presencia del sacerdote asturiano, pero también de llamadas especiales como las del periodista José María García o el entonces alcalde madrileño, José María Álvarez del Manzano, entre otras personalidades que quisieron apoyar con una simbólica llamada ese acto de inauguración.

El teléfono de la esperanza tardó poco en cerrar su sede física de Ceuta. Pero con ello no expiraba la relación con Ceuta. Hubo una pública y otra soterrada. La pública: en 2001 Mensajeros de la Paz recogía el testigo de Vicente Ferrer y, con ello recibía el Premio Convivencia Ciudad Autónoma de Ceuta en su tercera edición. Presidía el Gobierno Antonio Sampietro, del GIL.

Ángel García, junto al ex presidente Sampietro, recibiendo el Premio Convivencia 2001. Junto a ellos Manuel De la Rubia (padre) y la ex viceconsejera Olga Galiano, tras recibir la Fraternidad de Nazareth el extinto premio local / Foto: Fundación Premio Convivencia
Ángel García, junto al ex presidente Sampietro, recibiendo el Premio Convivencia 2001. Junto a ellos Manuel De la Rubia (padre) y la ex viceconsejera Olga Galiano, tras recibir la Fraternidad de Nazareth el extinto premio local / Foto: Fundación Premio Convivencia

Y la soterrada: las relaciones entre el Gobierno de la Ciudad, como decíamos con el partido de Jesús Gil al frente, y el Gobierno de José María Aznar no es que fueran malas: directamente, no eran. A la 'guerra de siglas' se unió un enfrentamiento personal entre dirigentes del PP local y del GIL. El más enconado, el que mantienen las dos máximas autoridades locales: el propio Sampietro y el ex delegado del Gobierno, Luis Vicente Moro. Tanta era la distancia, política y personal entre ambos, que ninguno de los ministros del Gobierno de España que visitaron Ceuta en esos dos años -mínimo, uno al mes- puso pie en el Palacio Autonómico y solo Rafael Arias Salgado, titular entonces de Fomento, acuerda un breve encuentro protocolario con los miembros del Gobierno local, pero en Delegación, sin fotos y entrando estos por el garaje. Son los años en los que ETA recrudece su actividad mafiosa, criminal y asesina; años en que los periodistas y ciudadanos vemos primero con estupor y luego con cierta normalidad como los minutos de silencio de repulsa contra los asesinatos en los que se pide unidad a los demócratas no cuentan con la unidad de las principales instituciones. El minuto de Delegación, el minuto de la Ciudad. Incluso, tras una de las muertes más simbólicas de aquel infausto periodo, la del ex ministro socialista Ernest Lluch, se convoca una concentración en la Plaza de Áfriica a la que acuden decenas de personas. Pero Delegación del Gobierno con su pancarta, y la Ciudad Autónoma con la suya. El entonces vicepresidente local, Manuel De la Rubia, intenta sin éxito y sobre la marcha la foto de la unidad."Ni hablar", zanja bruscamente Moro.

¿Qué pinta, pues, Ángel García en este desaguisado?. Aunque no se hablasen ni para darse la hora -literal- y hubiese orden expresa desde los despachos principales de Ciudad y Delegación a consejeros y asesores de que no mantuviesen ningún contacto con nadie "del enemigo", ambas partes sabían que se necesitaban. Sobre todo, en unos años en los que Ceuta empezaba a familiarizarse con un término ya extendido por todo el territorio nacional: MENA. Menor Extranjero No Acompañado. La situación ha comenzado a estallar a finales de 1998, con una rueda de prensa en la que tres policías locales con la cara tapada  muestran su incomodidad por el hecho de tener que trasladar menores en vehículos policiales. Y sigue 'in crescendo'. Puesta la situación por parte de Moro en conocimiento del Gobierno central, se decide  recurrir a un amigo personal de Ana Botella, con la bendición de Amalia Gómez -secretaria de Asuntos Sociales de la época- y el consentimiento de Sampietro. Es, efectivamente, el padre Ángel: el Premio Convivencia 2001 trabaja para que, al menos en las cosas fundamentales, ejercer como mediador entre las partes.

Más de un cuarto de siglo después, ninguna persona de las aquí mencionadas siguen en la actividad política. El problema de los menores si continua. Y el padre Ángel echando una mano en lo que se le requiera, también.

Ángel García: el regreso del viejo mediador