Un grupo de estudiantes de la residencia universitaria ha decidido alzar la voz para denunciar las terribles condiciones en las que se ven obligados a vivir. A través de fotografías que acompañan su denuncia, muestran el preocupante estado de las instalaciones: paredes cubiertas de humedad, fallos estructurales, persianas rotas, falta de ventilación y moho, que han convertido su día a día en una verdadera pesadilla. "Estamos hartos, no vivimos, sobrevivimos", declaran con frustración.
La residencia, dividida en dos alas con capacidad para 38 estudiantes, presenta graves carencias que han empeorado con el paso de los años. Los estudiantes comparten una nevera por cada 18 personas y apenas cuentan con electrodomésticos; uno de ellos tuvo que traer su propio microondas debido a la falta de equipos básicos. Estas deficiencias estructurales, junto con los problemas de humedad, han agravado las condiciones de vida, especialmente para quienes padecen asma y otras afecciones respiratorias.
Entre los problemas más graves, los estudiantes señalan que el año pasado el aire acondicionado estuvo averiado durante meses sin que la administración lo reparara, lo que sumó incomodidad a los ya preocupantes problemas de humedad y falta de ventilación. Las ventanas y claraboyas, en muchos casos, no pueden abrirse, lo que convierte las habitaciones en "auténticos zulos", como las definen los residentes.
"Nos sentimos completamente abandonados", aseguran los estudiantes, quienes explican que han solicitado mejoras en varias ocasiones sin obtener una respuesta efectiva. Según relatan, la administración se ha limitado a culparse mutuamente, pasando la responsabilidad de la Universidad de Granada al Gobierno autonómico, excusándose en la falta de presupuesto para solucionar los problemas. "Nos dicen que no hay dinero, pero llevamos tres años así y cada vez es peor", se lamentan.
Además de los problemas estructurales, la falta de una cocina o instalaciones adecuadas ha afectado directamente a la alimentación de los estudiantes. Durante el pasado curso no hubo cafetería, obligándolos a subsistir a base de comida precocinada que calentaban en un microondas oxidado. Aunque este año se ha habilitado una cafetería, los precios son elevados y no ofrecen menús asequibles para residentes, lo que les hace difícil alimentarse de forma saludable.
"Es indignante que tengamos que pagar por vivir en estas condiciones. Solo pedimos algo tan básico como vivir dignamente", afirman. Para colmo, han señalado que incluso han encontrado cucarachas muertas en las instalaciones, una situación que agrava aún más su desesperación.
Los estudiantes esperan que, con la publicación de estas denuncias, las autoridades finalmente tomen medidas y reparen los desperfectos que tanto afectan su calidad de vida. "Nos sentimos abandonados y sin alternativas. Pedimos que se haga algo ya", concluyen.
