viernes. 26.04.2024

Quizá porque todos vamos a consumarlo algún día, el de la muerte sea el acto más democrático que existe. Y a pesar de que la sociedad española es cada vez -o eso dicen los sociólogos de contínuo- menos religiosa, sigue habiendo algo que se encuentra un poco más allá del raciocinio que nos impulsa a reencontrarnos con nuestros seres queridos. De forma cotidiana o en días señalados.

 

Cosas de los cambios sociales: hasta hace algunos años, cada dos de noviembre estaba reservado al ámbito castrense, con el homenaje a las distintas unidades con pabellones en el Camposanto ceutí. Pero en los últimos años, además de a los uniformados, se recuerda a los fallecidos como consecuencia de la contienda civil del siglo XX: fueren los fallecidos en el bombardeo republicano en el Mercado Central -cuyo 80 aniversario, el pasado 25 de mayo, ha pasado por completo inadvertido- o fueren los fallecidos durante los primeros meses del conflicto que siguen compartiendo fosa común pero ya sin la incómoda mácula del anonimato. Y, por supuesto, al muerto más venerado de Santa Catalina. Ya no es un humilde nicho en uno de los pabellones laterales sino un gran panteón en la entrada el que cobija los restos de Antonio Sánchez Prado, pero autoridades y gente anónima en general siguen acudiendo a la tumba del último alcalde republicano de Ceuta para recordarle o -cosas de nuestra ciudad- pedirle toda suerte de milagros e intersecciones divinas.

 

 

Entre los asistentes a la misa, el presidente de la Ciudad, Juan Vivas o la delegada del Gobierno, Salvadora Mateos, además de varios consejeros y el comandante general, Javier Sancho Sifre. Prácticamente todos los sacerdotes de la Diócesis se congregan en una misa que supone, quizá, el primer gran acto de Francisco Fernández Alcedo desde su toma de posesión como vicario hace unos días. Nuevamente, además, con la música de profesores del Conservatorio Municipal, que convierten el “Hallelujah” del eterno Leonard Cohen en el único sonido, junto al fuerte viento de poniente, que por momentos se escucha en el Cementerio de Santa Catalina en una mañana de la que queda el consuelo de que los muertos, tal vez, hayan estado menos solos.

Recuerdo y emoción en la tradicional misa del 2 de noviembre en Santa Catalina