La historia está llena de casos de personas que han ocupado un lugar contrario al que, tal vez, le hubiera correspondido en puridad. De gente que ha sido señalada como el 'malo' de la película, cuando quizá debiera haber sido al revés, o viceversa. Hay muchos ejemplos, pero nos vamos a quedar con uno en concreto: el de José María González de Aldama.
¿De qué persona, y en qué contexto hablamos?. Se trata del capitán al mando del Guadalete: aquel dragaminas cuya historia fue silenciada durante años -cosas de la conveniencia del momento- y que ahora parece haber resurgido del olvido con fuerza. Lo hizo en 2014 con un homenaje en el Puerto, y lo hace en los últimos días con actos como aquella misa en la Iglesia de África a la que acude entre otros Eumenio Prieto: uno de los dos supervivientes de aquella tragedia que aún vive para contarlo, y que no dudó en señalar a González de Aldama y su inexperiencia, "sus ganas de quedar bien", como causante de aquel drama.
Pero ¿es cierto? Desde el entorno familiar de González de Aldama se nos cuenta que "es posible que muchos marineros tuvieran la sensación, mantenida hasta nuestros días, de que eso fue así, pero es que hay ocasiones en las que una persona, por muy capitán que sea, tiene la obligación de guardar reserva" sobre las órdenas dadas. O recibidas.
José María González de Aldama sobrevivió a la tragedia del Guadalete. Y durante los meses siguientes, emprendió un propósito personal: ofrecer el pésame, uno a uno, a los familiares de aquellos hombres que habían muerto en el barco que mandaba. Pero ¿cual fue su grado de culpabilidad?..
"Se le realizó un Consejo de Guerra, un juicio para saber que había pasado aquel día, y no sólo no se le condenó sino que se le condecoró" al demostrarse "que su actuación fue de una gran pericia, y que finalmente, hizo lo que podía hacer". Recibió la Medalla Mérito Naval con distintivo rojo, "de las que se habrán concedido no muchas más de cinco desde el final de la Guerra Civil", y su carrera militar no sólo no se hundió con el 'Guadalete', sino que siguió por otros destinos. Fue el oficial de derrota -puesto clave- del 'Juan Sebastián Elcano' y acabó sus días como militar como agregado naval de nuestro país en el Reino Unido.
González de Aldama, cuentan sus familiares, "advirtió de la peligrosidad del temporal, y recibió la orden de salir a navegar. El pidió, en un gesto no muy usual en la época, que esa orden quedase por escrito". La orden, por escrito, y el cuaderno de bitácora que milagrosamente se salvó permitieron al marino demostrar que su actuación fuese tan desafortunada.
Otra cosa es el material con el que contaba: un barco diseñado para el Báltico y no para las aguas del Estrecho, carbón del de peor calidad que afectó a los imbornales, y un temporal que llegó a ofrecer olas de hasta doce metros de altura. Y la leyenda, entre la tripulación -quizá, nunca lo sabremos, reforzada por el silencio decretado oficialmente- y la poca histioriografía que apunta a una imprudencia de aquel capitán como causante de una tragedia que, quizá, hemos comenzado a conocer demasiado tarde.
