Una empleadora ceutí traza una relación casi de amistad con su empleada, que vive en Bel Younech. Nada fuera de lo común, de no ser por la pandemia y el cierre fronterizo. Hasta ahí es un caso 'normal': todos llevamos meses sin saber de algún conocido, al otro lado de la frontera o en la Península, a quien la pandemia nos deja sin poder ver a menudo. Pero este caso, además, tiene un matiz especial.
La mujer marroquí vive, como decíamos, al pie de la Mujer Muerta. Pero precisa de una intervención cardíaca y de una serie de pastillas. Desde el inicio del confinamiento, la ceutí había tratado de hacerle llegar el tratamiento: a través del correo ordinario, tirando de contactos... Imposible.
Así que esta mañana, ella se ha presentado en la frontera. Al pie de uno de los autocares, le ha dado una bolsa a un hombre, con una bolsa, una dirección y un número de teléfono. La dirección es de una vivienda en Bel Younech donde alguien espera unas pastillas para solventar un problema cardíaco.
Es la cara más amable de este primer 'éxodo' acordado entre las autoridades españolas y marroquíes. También aflora la picaresca: una familia se ha presentado en su vehículo, por si 'colaba'. No coló.
El toque, si quieren literario, lo aportan seis vehículos de alta gama que si han pasado la frontera. Según fuentes de Delegación del Gobierno, estaban incluidos en la ya célebre lista de Marruecos, y no tenían necesidad de pasar por el Pabellón "Santa Amelia". La identidad de estas personas es, a esta hora de la mañana, un auténtico misterio.
