viernes. 19.04.2024

Ab urbe condita

Contaba Indro Montanelli que Luperca, en efecto, era una loba, pero bípeda. Es decir: la que amamantó a Rómulo y Remo más que ovejas devoraba pastores, en opinión del mítico periodista italiano. Ab urbe condita: desde que se fundó la ciudad en la que todo empezó.

 

El latinismo, como el Sur, no es una demarcación geográfica; es vivir temiendo a mujeres embreadas, cantando y gustar de vinos, como cantaba el que debe ser Premio Príncipe de Asturias de las Letras más pronto que tarde. Y así seguimos; excéntricos, pasionales, geniales y mediocres, exagerados. Capaces, ya lo decía el mítico tango, de confundir al burro con el profesor, de fijarnos en la viga en ojo ajeno y obviar el rascacielos en el propio. Roma es universal y eterna por las historias que ocultan sus paredes pero porque seguimos recurriendo al bardo de la esquina para que nos cuente rumores, maledicencias y exageraciones. Encantadores y encantados. Capaces de hacer, a cada día, una versión diaria y real de la imprescindible "La Cinta Blanca" del nada latino Haneke. Recomendable, sobre todo, en tiempos como los que corren y en latitudes como las que nos ocupan. De ahí el título de esta columna que ahora inauguro: casi tres mil años después, seguimos bajo el designio de una loba.

 

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Ab urbe condita