viernes. 19.04.2024

Lo que Salamanca no da

 

 

Cuando en estos meses vamos teniendo conocimiento de que, presuntamente, se regalan Masters, se hacen constar en el curriculum titulaciones que no se tienen, o se plagia a destajo en trabajos para obtener algún título  por personas de las altas esferas de la política, lo primero que pienso no es en la gravedad del hecho, que también, sino en los estudiantes que tiene títulos de esa universidad de la que parecen proceder casi todos esos “regalos”; porque esta situación pone a la altura del betún las titulaciones de miles de estudiantes conseguidas con ímprobo esfuerzo personal y familiar. Ellos son las principales víctimas de estos supuestos fraudes, una cuestión que suele olvidarse o diluirse debido a la enorme gravedad y trascendencia de lo acontecido.

 

Toda mi formación académica, desde los diez años hasta unos mas después de la Licenciatura, estudié con una beca del MEC. Durante la época universitaria en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, si suspendías mas de una asignatura  perdías la beca. En mi caso, además de mis ganas de aprender, saltar ese escollo era un gran acicate, porque si no tenía que volverme al pueblo a hacer calceta. También porque la cultura del esfuerzo y el afán por hacerlo bien fue siempre, y así continua siendo, “asignatura troncal” en mi familia. Aun sigo teniendo callo del bolígrafo en el dedo corazón de la mano derecha, porque la informática comenzó a popularizarse cuando yo terminaba mis estudios. Mi empatía con esas víctimas que menciono es total, tanto como la legitimidad de mi opinión.

 

Y es que hay cosas que jamás se aprenderán en una universidad; cosas como la valoración del esfuerzo y el trabajo bien hecho o la honestidad. Eso solo se debe impartir y se aprende en la “universidad de la mesa camilla”. Si tienes un padre o madre que administraba dinero y fuiste consciente de como eran de minuciosos y honestos en sus trabajos, lo mas probable es que con el tiempo procedas en el trabajo y en la vida como ellos. Los principales responsables de los valores que adquiere una persona son, sin duda, sus padres, su entorno familiar, que con su ejemplo y, generalmente sin necesidad de muchas palabras, los trasmiten.

 

En la vida política hemos pasado de aquello de la mujer del Cesar, que no solo debía ser honesta, sino también parecerlo, a otorgar valor al deshonesto, tacharlo de “listo” y “echar unas risas”, siempre y cuando no llegue a la luz pública; incluso llegamos a desmerecer o apartar de su labor a quien se comporta con rectitud. Cierto grado de enfermedad debe tener la sociedad que permite esto.

 

Los recientes escándalos con una ministra del PSOE, incluso quizás el presidente del gobierno…, y la presidente de una comunidad autónoma del PP, reivindicando su inocencia hasta horas antes de dimitir, probablemente solo sea la punta del iceberg. La sombra de la sospecha de corrupción universitaria y política se presenta terriblemente alargada y afecta a las cotas mas altas. Los reyes de la antigüedad, los detentadores del poder de la época, pagaban la lealtad y los favores personales con títulos nobiliarios. Da la impresión de que hubiéramos vuelto a esa época, en la medida en que parece solo hay implicados miembros de los dos partidos tradicionalmente mayoritarios y con largos períodos de gobierno.

 

La situación que vivimos, con un presidente reivindicando su inocencia en Twitter, amenazando con querellas,  que asaltó la Moncloa predicando honestidad, es digna del mejor esperpento valleinclanesco; como decía mi madre “no le arriendo las ganancias” al señor Sánchez. Su caso es sin duda el mas grave de todos, no solo por la mayor dignidad del cargo que ocupa, sino porque el Título de Doctor  habilita para trabajar como profesor universitario, mientras que los otros supuestos son puramente formativos. El fraude se duplicaría en el caso del presidente: se defraudaría a los autores plagiados y al sistema laboral universitario.

 

Un título acredita esfuerzo, conocimiento y capacidad. Si se sustenta en una mentira o un  plagio lo único que acredita es deshonestidad.

Lo que Salamanca no da