viernes. 19.04.2024

 

 

"Si pequeña es la patria, uno grande la sueña". La frase pertenece a Rubén Darío, en referencia a esa Nicaragua tan atormentada en estos días de verano. Pero, perfectamente, puede aplicarse a la patria "chica", a la tierra en la que nacemos y en la que tenemos la suerte de vivir, o de la que tenemos que salir para buscar mejores oportunidades fuera de ella. En cualquier caso, el sentimiento de pertenencia a la patria -nacional o local- va ligado siempre a la infancia, de la que otro poeta decía que era la verdadera. Al primer beso, al recuerdo de los que ya no están, a los amaneceres de la niñez.

 

Nada de eso pasa desapercibido en la -muy- calurosa mañana de un sábado 4 de agosto. Un día clásico de levante, de niebla y abanicos en el Salón del Trono que enfila ya el camino hacia su primer centenario. Desde Algeciras a Barcelona; desde Melilla hasta Madrid; desde Cádiz a Alhaurín pasando por Granada. La semilla de Ceuta, a la inversa de la célebre estrofa del himno local, también se dispersa por todos los rincones conocidos.

 

Son las Casas de Ceuta: aquellas entidades surgidas para evitar que la nostalgia acabe con las raíces en cualquier punto de España. Son recibidas todas -este año no falta ninguna- por el presidente de la Ciudad, Juan Vivas. Y abre el turno de intervenciones uno de los más veteranos. Silverio De la Yeza, de ese Cádiz cuya orografía y forma de vida se parece tanto a Ceuta que ningún "gadita" podría sentirse extraño en la Ciudad Autónoma. O viceversa.

 

 

Mencionábamos antes a Rubén Darío. De otro titán de las letras en castellano -al nicaragüense le apodaban El Príncipe-, tira el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, para expresar sus sentimientos en torno a las Casas de Ceuta. La guitarra, hecha corazón. Nostalgia, de Alberto Cortez

Casas de Ceuta: cuando la nostalgia acorta distancias