viernes. 29.03.2024

 

 

 

Antes de que los Sandro Giacobbe, Pino D'Angio o Franco Battiato pusieran a bailar a media Europa durante década y media, ya había una gloriosa tradición de música italiana. De música con garra, letras comprometidas, de voces rotas. De historias de la calle, basadas en hechos reales, expresadas con el dramatismo propio de los histriones o los antiguos pregoneros, precisamente, romanos.

 

En la línea de este tipo de música, de mujeres con el carácter de  Nina o Patty Bravo, se mueve Lavinia Mancuso. Es ella la que canta, gesticula y mueve las manos, trasladando la profundidad de cada historia a quien quiere contarla. No importa que el idioma no sea el mismo; las diferencias entre la lengua de Dante y la de Cervantes se hacen más llevaderas con la música como único lenguaje universal.

 

Mancuso es garra; su voz canta la vida de gentes que emigran tras cometer un asesinato, de personas que adoran a la mujer más bella sin alcanzar a tener sus afectos. Ella se gana el del público. No, es "La Bravo" y su inmortal 'Bámbola'. Pero no la desmerece en absoluto.

 

Le acompañan peruanos y venezolanos, que incluso se atreven a cantar la receta de una sopa de pescado. Con una curiosa advertencia para los "cocinilas": el ron no puede faltar. Se cierra así el festival "Sete sois, Sete luas" con un registro de público similar al de la noche anterior. Poco de inicio, para ir llenándose a medida que avanza la actuación de curiosos que escuchan jaleo. Nada más mediterráneo que el curioseo y acudir a la música como el gorrión al pan desecho.

Garra italiana y ritmos venezolanos para cerrar el "Sete Sois, Sete luas"