martes. 23.04.2024

 

Mientras un grupo de estudiantes buscaba arena de playa bajo los adoquines capitaneados por Daniel Cohn-Bendit, mientras Francia se colapsaba y Europa miraba que ocurría en París, mientras la tensión a orillas del Sena obligó al entonces secretario de Educación francés, Jacques Chirac, a acudir con un revolver a reuniones secretas con los jóvenesque habían tomado la Sorbona, a miles de kilómetros de distancia otro grupo de jóvenes protagonizaba su pequeña revolución. "Hicimos entonces una huelga, no recuerdo por qué, pero los curas nos expulsaron a todos de clase", recuerda divertido Jaime Ortiz de Loza. El también era un joven de mayo del 68, "del que no tuvimos noticias entonces. No percibíamos nada".

 

Era la Ceuta del bazar, era la "Spain is different" de Fraga Iribarne, era el mundo que ese año trasplantó por primera vez un corazón y que vió morir al doctor Luther King o Bobby Kennedy. Eran los chicos del San Agustín, que abandonaban las aulas del colegio agustino al haber concluído el 6º curso y pasar al Bachillerato.

 

"No nos engañemos. Aquí todos tenemos 66 años", advierte socarrón uno de los asistentes a una reunión en la que, pese a las ganas de combatirla,  es la que manda. Nostalgia por los años vividos, los amigos que quedaron por el camino o de los que nunca más se supo, recuerdo de esas tardes de infancia que ahora revivían entre libros amarillentos y estanterías en las que parece haberse congelado el tiempo.

 

El año en que los Beatles publicaron su "Álbum blanco" y Massiel ganaba Eurovisión, estos jóvenes fueron los primeros en hacer procesionar al Cristo de la Humildad y Paciencia. El año en que nacieron Davor Suker, Felipe VI, Naomi Watts o Marine Le Pen, lo hacía también una amistad que, canas al margen, permanece impoluta. Algunos de aquellos niños fueron alcaldes de Ceuta (Jesús Fortes), han estado hasta hace poco al frente de la Autoridad Portuaria (José Torrado) o han obtenido reconocimiento como profesores (Antonio Olivares o Francisco Bernet), arquitectos (Manuel Ariza), médicos (Salvador Fossati) o empresarios (Antonio Benítez). Entre otros muchos aspectos. Pero lo que importaba en esta calurosa mañana de julio no era sino procurar reverdecer viejos laureles. Recordar el torreón en el que cursaron aquel curso que les marcó para siempre. Volver a ese patio del recreo que, como decía el añorado Antonio Vega, es el lugar donde nos llevó la imaginación y desde donde, con los ojos cerrados, se divisan campos infinitos

Aquellos niños agustinos de mayo del 68...