viernes. 19.04.2024

 

Ubicada en pleno corazón de Hadú -dice el tópico que la segunda arteria comercial de la Ciudad-, la Plaza de Nicaragua presenta un panorama muy distinto al que soñaron sus vecinos hace más de treinta años cuando decidieron irse a vivir a una zona tranquila y en principio bien comunicada: pertrechada por paradas de autobús, taxis y un par de colegios cercanos, parecía un buen lugar para vivir en barriadas. Pero el abandono al que se ha visto sometido complica la vida a los vecinos  hasta en los menesteres más cotidianos.

 

Una rampa entre escalones y junto a la puerta de un garaje; aguas fecales y paredes agrietadas; un enorme socavón en la única zona de aparcamiento -por supuesto sin asfaltar- que se convierte en una dificultad digna de cualquier campeonato de acrobacias automovilísticas. Un edificio abandonado que se ha convertido en improvisado refugio de drogadictos y unos niños que no saben lo que es poder jugar en su propia calle porque tras las verjas que marcan el inicio de la obra de urbanización de la zona solo hay un descampado de dos o tres metros de altura. Eso nos cuenta Rosa María, que ironiza soñando con que sus bisnietos puedan jugar en Plaza Nicaragua algún día.

 

La entrada al barrio por Avenida de Regulares haría las delicias del mismísimo Berlanga. Una maceta sin plantas convertida en una especie de cenicero gigante frente a una rampa que es nueva, en efecto, pero completamente inútil al estar entre escalones. Ello dificulta mucho la vida a personas con movilidad reducida o carros de compra o bebés, tal y como cuenta Susana.

 

Encima, la crisis económica que ha hecho impacto en estos bloques de clase media. Es imposible acometer ningún arreglo porque algunos vecinos se encuentran en el paro y como pago a la comunidad limpian las escaleras y zonas comunes, nos dicen. Por no hablar de la falta de limpieza. De eso se encarga Pilar, otra vecina de las que "estrenaron" las viviendas.

 

 

Algunos vecinos señalan directamente al presidente de la Ciudad, Juan Vivas, al que acusan de dar largas cambiadas. Es el caso de Mohamed Mussa, que pese a su pasado político insiste en todo momento en que habla como vecino de la calle. Incluso, advierte, no descartan movilizaciones en próximas semanas.

 

 

"Y así podríamos seguir", nos dicen, hasta la noche. Nos preguntan que capacidad tienen nuestras cámaras porque "somos capaces de llenar toda la memoria" de los aparatos. Eso nos cuentan los vecinos de una zona concebida para ser un apetecible y tranquilo lugar en el extrarradio y en la que el simple paseo da idea de la crónica de un abandono.

Calle Nicaragua: crónica de un abandono