jueves. 28.03.2024

Consciencia en el paraíso

No hace mucho leí una reflexión sobre la consciencia. Para explicarla, el autor hacía la siguiente fabulación:

 

Alguien que fumaba demasiado, ante los reproches de sus amigos siempre les respondía: "Leo las advertencias de las cajetillas, sé que nos dicen que el tabaco mata, pero mira a los hombres de la antigüedad, ninguno fumaba y ahora todos están muertos". Y con ese discurso vivía hasta que un día en una revisión el médico le dijo: "Tiene usted dos manchas en los pulmones. Tenemos que hacerle pruebas, podría ser cáncer". Después de eso no volvió a tocar un cigarrillo.

 

Antes sabía que podría matarlo; ahora era consciente de que podía matarlo. Esa es la diferencia. Tener conocimiento no es lo mismo que tener consciencia.

 

Podría decirse que todos somos sabios. Tenemos conocimiento, información suficiente y a estas alturas todos sabemos cuáles son nuestros múltiples problemas. Pero esa sabiduría o ese conocimiento no hacen que seamos conscientes porque si lo fuésemos, reaccionaríamos.

 

La ciudad languidece en una lenta agonía que todos vemos y conocemos. Tanto es así, que nadie cree que sus hijos tengan futuro en esta Ceuta de hoy, a no ser que se conviertan en funcionarios. La frontera, el paro, el caro transporte marítimo, la desigualdad social, la caótica distribución urbanística, las viviendas ilegales, la tasa de analfabetismo, el fracaso escolar, los MENA, el déficit de especialistas sanitarios, la administración pública local sobredimensionada, el enchufismo para pagar favores políticos, el despilfarro del dinero público o la economía sumergida entre muchos otros problemas, todos se intentan abordar de manera individualizada. Se dan palos de ciego sin nada que los unifique, sin saber qué papel tiene cada uno de ellos dentro de una estrategia general.

 

Una ciudad necesita un proyecto, un modelo por el que guiarse y unos objetivos que alcanzar que sirvan a ese proyecto a largo plazo. Y no hablo de solucionar problemas o de apagar fuegos, porque eso no es un objetivo, sino una necesidad cuando las cosas no se han planificado bien. De lo que estoy hablando es de ser ambiciosos. Hablo de tener un modelo y de empezar a trabajar para conseguirlo más allá de repartir el presupuesto de la ciudad en una serie de subvenciones clientelares terapéuticas y en unas cuantas obras más o menos estéticas. No sirve de nada dar soluciones coyunturales a problemas estructurales.

 

Es cierto que hay muchas ciudades que no tienen ese modelo, pero también lo es que esas ciudades simplemente no lo necesitan, pueden sobrevivir, e incluso pueden crecer por la misma inercia de su actividad. Ceuta es un caso excepcional y único junto con Melilla dentro del conjunto de España. Y no por la extrapeninsularidad ni por su situación geográfica ni por su condición de ciudad autónoma, sino por una característica económica que a la vez es ventaja y punto débil: el dinero público. Frente al 16% de la media nacional, estamos por encima del 51% en cuanto a tasa de personal asalariado público respecto al total del personal asalariado.

 

Ceuta no tiene la actividad económica de un sector privado que nos haga crecer, sólo tenemos una subvención pública que nos sustenta y que pensamos que nunca nos faltará. Y el escaso sector privado al que unos pocos pertenecemos está vinculado muy estrechamente con el dinero público. Si nos faltara ese sustento del Estado, la ciudad colapsaría, así de simple.

 

Al llegar a este punto, es fácil encontrarse con la demagogia política sobre que la subvención del Estado es buena y necesaria y no tenemos que preocuparnos. En el último debate del estado de la Ciudad, aún recuerdo cómo la Consejera de Economía alababa sin el menor sonrojo la financiación que recibimos del Estado, como si todo estuviera solucionado, como si realmente tuviésemos la opción de rechazarla. Un modelo autosuficiente no tiene por qué rechazar las subvenciones que recibe, al contrario, esas subvenciones serían un buen complemento. Pero en este caso no son un complemento, sino una necesidad vital.

 

El modelo que ahora existe es un paraíso para los que lo viven. Es un modelo del paraíso para el político y el funcionario. Para más de la mitad de la población asalariada la ciudad es un muy buen lugar para vivir, independientemente de lo bien o mal que vaya la actividad económica de Ceuta o independientemente de la tasa de paro. Con ese panorama ojalá todo el mundo pudiera ser funcionario, pero desgraciadamente no todo el mundo puede serlo, es una cuestión de números y de sostenibilidad.

 

Y ahora viene la parte difícil, la parte de ser conscientes y reaccionar. Es necesaria una actividad privada, una actividad empresarial que genere valor añadido, que genere puestos de trabajo, que genere beneficios y que haga crecer la economía para poder financiar toda la masa de servicios públicos y sociales que demandamos los ciudadanos. El estado del bienestar necesariamente debe tener una base de crecimiento empresarial si quiere ser viable. Esa es la verdadera base de un modelo de ciudad. Porque si hay crecimiento económico el resto de políticas son viables. Si queremos ser autosuficientes tenemos que empezar a sentar las bases para serlo desde ya.

 

Lo sé, todo esto suena a lista de buenos deseos, pero no lo es. Es un problema de saber planificar y de saber gestionar los recursos. El principal error está en la falta de estrategias del gobierno local, de plazos y de objetivos cuantificables. Puede que sea por miedo al fracaso, por ignorancia, por negligencia como gestores, por desidia, o por comodidad, realmente poco importa.

 

Respondámonos a lo siguiente: ¿Alguien se ha planteado cómo serán nuestra educación, nuestra estructura urbana, nuestro crecimiento económico, nuestra tasa de desempleo o nuestro sistema sanitario dentro de cinco o diez años? ¿Alguien sabe al menos cómo queremos que sean? ¿Alguien conoce qué clientela potencial necesitan nuestras empresas para poder empezar a crecer y crear empleo y qué políticas de turismo, de natalidad, tributarias, de transporte o de inmigración hacer para proporcionarla? O, mucho más sencillo, ¿alguien nos dice qué plan se tiene para el futuro de Ceuta?

 

Nadie da respuesta a esas preguntas, y no es el primer artículo en el que las planteo. Sólo tenemos las excusas de quienes disfrutan alegremente de las subvenciones de papá Estado. La gestión del gobierno local de apagar fuegos consume demasiado tiempo como para buscar respuestas.

 

O empezamos a tener consciencia de la necesidad de una estrategia y un modelo como ciudad o nuestro futuro como paraíso de unos pocos estará más que amortizado.

Consciencia en el paraíso