sábado. 20.04.2024

Mi amigo Nadie

Se lamentaba el cíclope recién cegado de su desgracia, cuando preguntó a su verdugo cómo se llamaba aquel que le había dejado sin visión. “Nadie”, respondió Ulises, con lo que dejó al gigante quejándose de que “Nadie le había dejado ciego” en su denuncia a los dioses griegos. Si “Nadie” le había dejado ciego ¿a quién, pues, pedir cuentas?.

 

Con Nadie ocurre como con los niños; siempre dirán que el tal nadie se ha comido las natillas aunque les veamos con dos dedos manchados de amarillo. El personaje es un auténtico diablo: nadie se olvida de pasear al perrito, nadie se orina en la tapa del inodoro como nadie se hace el despistado a la hora de tirar la basura.

 

Del mismo modo, nadie ha votado a Rajoy aunque si está rodeado de diputados del PP, nadie dirá que ha votado a la oposición. Nadie suspira con un golpe de suerte en la primitiva, con una herencia inesperada y nadie ha mirado de forma libidinosa a nadie en el ascensor. Nadie desea el mal ajeno y a nadie le son indiferentes tragedias como los inmigrantes, la hambruna en el Sahel, la franja de Gaza o el Real Madrid defendiendo a balón parado. Nadie es solidario; a la hora de la verdad, nadie aporta dinero a causa alguna más allá del comentario para salir bien del paso.

 

 

Nadie ve Gran Hermano y Operación Triunfo. Nadie reconocerá eso, y nadie admitirá que le parecen un soberano coñazo esos documentales de La 2 en los que el mejillón tigre en celo se zampa una cebra en los llanos del Kalahari. Nadie es fiestero, porque a nadie le gusta el reggeaton como nadie ha movido el esqueleto con El Baile del Gorila. Nadie suele reclamar en la ventanilla, nadie ha tratado jamás de colocar al inútil del niño y nadie tiene la solución para todo en la barra del bar. Sabido es que en Ceuta nadie compra en Marruecos ni en la Península y que nadie tiene a una “muchacha” que limpie, planche y friegue por tres euros la hora y nadie ha contratado a un colega de Marruecos para alicatar el cuarto de baño. Y así podríamos seguir hasta el final de los tiempos.

 

Un año más, nadie se ha acordado del general Escobar, que sigue sin una triste placa que le recuerde en la ciudad donde nació. Y, ahora que caigo, nadie me dijo que para modernizar una calle hubiera que talar robles centenarios y nadie me explicó que una farola con cabeza de dragón fuese el verdadero símbolo de una ciudad con tres mil años de historia que tiene, entre otros, como protagonista a aquel Don Nadie que arrebató la visión a un gigante en una cueva...

 

 

Mi amigo Nadie