viernes. 29.03.2024

Y el tiempo pasó

Casablanca Dirección: Michael Curtiz. País: USA. Año: 1942. Duración: 102 min. Género: Drama. Romance. Segunda Guerra Mundial. Intérpretes: Humphrey Bogart, Ingrid Bergman, Paul Henreid, Claude Rains, Conrad Veidt, Sydney Greenstreet, Peter Lorre, S.Z. Sakall, Madeleine LeBeau, Dooley Wilson, Joy Page, John Qualen, Leonid Kinskey, Curt Bois, Ed Agresti, Marcel Dalio, Enrique Acosta, Louis V. Arco, Frank Arnold, Leon Belasco, Oliver Blake. Productora: Warner Bros. Pictures. Productor: Hal B. Wallis. Guión: Julius J. Epstein, Philip G. Epstein, Howard Koch (Obra: Murray Burnett, Joan Alison). Música: Max Steiner. Fotografía: Arthur Edeson (ByN).

Me parece tan merecida como irónica paradoja estrenar el año en esta sección con un megaclasicazo como Casablanca. Una película como esta permite que la frase hecha de que el cine es inmortal cobre toda su dimensión. El motivo es que este año que se nos acabó recientemente ha cumplido nada menos que 75 años de su estreno, toda una vida, pero aún vigente, y desde aquí recomendamos a aquellos que le tienen aversión al "cine antiguo", más aún si es en blanco y negro, cosas del Pleistoceno, que no cometan la insensatez de perdérsela. Es una de esas cintas que están en todas las listas de "las mejores películas de la Historia" (algunas la colocan como la mejor), con las reservas que generan este tipo de clasificaciones subjetivas, y es pieza clave de la cinematografía que nadie debería dejar de ver al menos una vez en la vida. Amenaza a todo este tipo de títulos la sombra de si se sobrevalora algo tan mitificado, razonable debate para otro día y harina de otro costal, pero no cabe la menor duda de que estamos ante un ejemplo de exquisitez artística que merece la pena revisitar y que en su día (1943) ganó los Oscar a mejor película, director y guión adaptado. Aunque sean los calificados como gordos, pocos me parecen.

 

Precisamente ese blanco y negro que hoy no solo puede verse vetusto, sino que causa rechazo en no pequeño sector del respetable -cosa que no deja de tener su lógica, ya que queda muy lejana esa forma de hacer cine-, es un elemento clave de la gloriosa estética del Marruecos de un siglo XX aún jovencito. El prolífico Michael Curtiz (Manó Kertész Kaminer), realizador judío húngaro-estadounidense, aportó esa mentalidad abierta y clara necesaria para narrar en un escenario bélico la historia de algo que nada tiene que ver con la guerra.

 

Dicen los ilustrados en Casablanca que no había demasiada conexión entre Ingrid Bergman y Humphrey Bogart, la deslumbrante pareja protagonista, porque ella lo acusaba a él de falta de pasión. Una de tantas cosas que se cuentan. El caso es que esa posible ausencia de química nunca se notó en escena…

 

Y ¿qué me dicen de esa magnífica escena final, ejemplo de lo excelso en escuelas de cine? No salió adelante sin dolores de cabeza de los guionistas, que dudaron hasta el último instante del hecho de que el personaje de Bergman se fuese con Bogart, a quien amaba, o con Paul Henreid, a priori lo más correcto. Todos estos vaivenes dieron lugar a una mítica escena final de despedida en el aeropuerto cuyo rodaje se alargó en exceso ("se eternizó", en el más amplio sentido) debido a que la versión definitiva de la misma no estuvo decidida hasta la noche antes de filmarla. Tan a salto de mata estuvo el final que la famosa frase del "comienzo de una gran amistad" fue añadida a posteriori, cuando el trabajo de los actores supuestamente había acabado.

 

Pero estas cosas son así, y cuando al trabajo y el talento se les une una dosis de suerte, solo cuando se cumplen estas tres premisas (y a veces ni eso), se firma con letras de oro en el libro de la historia del cine.

 

JUAN CARRASCO DE LAS HERAS [email protected]

Y el tiempo pasó