sábado. 20.04.2024

La ira

Sangró Barcelona a la altura de la aorta y volvió a aflorar la ira. La ira contra los terroristas: algo lógico y hasta recomendable, porque demuestra que aún nos queda algo de nervio colectivo en la colección de egos con conexión WiFi en la que hemos convertido nuestra sociedad. Pero también, la ira contra nosotros mismos.

 

La ira porque ¡Oh, Demonios!, en Cataluña se hable catalán como consagra la Constitución de 1978. Doy fe, a golpe de horas "rambleando", que la leyenda aquella del comerciante catalán que no habla en castellano salvo que uno amenace con no pagar es rotundamente falsa. La ira porque algunos decidiésemos hacer nuestra la foto de la bandera de España con un crespón negro. A algunos nos ha valido el calificativo de "colonialista" o "nazi"; la Asamblea Nacional Catalana no ha dudado en pedir que no se usase como símbolo de solidaridad con la tragedia de Barcelona.

 

La ira porque la alcaldesa de Barcelona se llama Ada Colau y es de Podemos. La ira porque ese mismo partido ha vuelto a mostrar ciertas lagunas por las que preguntar. (Inciso: en los Pactos Antiterroristas, o se está dentro proponiendo y cambiando, o se está fuera).  Quien suscribe -mea culpa- derramó bilis sobre un tweet de Juan Carlos Monedero sobre la Primavera Árabe. No me había dado tiempo a rectificar cuando ya hubo gente que catalogó como "escoria humana" a quienes compartiésemos o comentásemos eso. Caprizzi...

 

La ira por que el conseller de Interior de Cataluña decidiese hacer el sesgo entre "catalanes y españoles" y la ira porque el Rey o Rajoy hayan estado en Barcelona apoyando a las víctimas como máximos representantes del Estado. La ira contra los musulmanes, a los que se pretende criminalizar por sistema, y la ira contra los que nos preguntamos que demonios pasa en algunas mezquitas. La ira porque aparecieran los Mossos y no la Guardia Civil y la ira porque nos preguntásemos porque no entró el Instituto Armado en la casa de Alcanar.

 

La ira cruzada. Y en medio, nosotros. Hombres y mujeres anónimos, que en cualquier ciudad vivimos en nuestras cajas de hormigón. En Ceuta o en Barcelona, ciudad que tanto me ha marcado. Un detalle íntimo de quien suscribe: el abrazo sin palabras, con el olor del café recien hecho y los ojos humedecidos,  a la mañana del viernes cuando Jordi Basté recordaba en su editorial el párrafo de la canción que mejor define a Barcelona: "Humildes trabajadores, grandes poetas que le han cantado al amor, una Sagrada Familia se ha levantado en su interior". Con ese verso me quedo...

La ira