jueves. 28.03.2024

El cuñadismo o la virtud del término medio

Una de las joyitas del debate político en los últimos años es el señalamiento como "cuñaos" de todos aquellos que no compartan determinados argumentos. La teoría del extremo centro: o eres de izquierdas, o de derechas, pero nunca puedes buscar una posición más o menos equilibrada o independiente, porque en ese momento eres un bienqueda o un "cuñao". Un personaje simple, que se comporta como un gorila con el fútbol, las mujeres y los inmigrantes y al que le da exactamente igual que le roben mientras el Getafe gane en San Mamés y pille cien euritos de una de once.


Niego la mayor. No solo es posible, sino necesario, un espacio intermedio. Lo más cómodo es, precisamente, posicionarse en un determinado segmento ideológico, que nos den el argumento mascado para defenderlo a capa y espada sin necesidad de reflexionar acerca de si lo que estamos vendiendo es gloria bendita o un activo tóxico. Se simplifica absolutamente todo: los nuestros son los buenos y los de enfrente unos cerdos a los que bastante tenemos con dejar que se presenten.


Tiene que haber espacio. No puede ser incompatible estar en contra del maltrato animal y lamentar la muerte de un torero o un niño que soñaba con serlo. No debe ser contradictorio preferir que se saquen los muertos de las cunetas para darles un entierro decente a realizar la prueba de "pureza ideológica" a cada rótulo que de nombre a una calle en España (Inciso: por más que busco, no "encuéntrome" comunicado alguno sobre cierta placa en una mezquita). Entender que Maduro es, como mínimo, un impresentable no te exime de pensar que hay muchos intereses económicos por detrás y que una intervención militar de USA sería tan lamentable como el inquilino de Miraflores. Levantarte del sofá y disfrutar con un gol de tu equipo favorito no te hace perdonar al Cristiano Ronaldo o Messi  de turno y sus deudas con el fisco.


Ser gnóstico u ateo no te tiene porque convertir, automáticamente, en alguien que desprecie las creencias de los demás o una persona más inteligente que quien si rece a diario. Posicionarte radicalmente en contra del independentismo catalán no te da derecho a llamar Jorge a quien responde desde niño por Jordi. Debe haber un punto intermedio entre la nacionalización de toda actividad empresarial y que todos los trabajadores cobren 500 euros por catorce horas al día. Hablar de terrorismo islámico y de interpretación rigorista del Corán no te convierte en un islamófobo ni en un racista. Sentir compasión y cercanía por la gente de Palestina no te hace un antisemita ni le da lógica a pensar que la solución es echar a todos los judíos al mar.

 

Pensar que las fronteras están para respetarse no tiene porque eximirte de pensar que los que saltan la valla no lo hacen por capricho. Llegar a esta conclusión no significa, a su vez, que los guardias hayan dejado de ser personas o que se entretengan con el "tiro al negro".  Que no lleves la bandera de España hasta en la ropa interior no equivale a ser un apátrida, y llevarla no te hace más español que nadie. Que veas como una vergüenza las puertas giratorias no te abre las de Podemos, y que entiendas que hay que fomentar la iniciativa privada y desterrar el buenismo no te convierte en el más facha de la colina. En lo público, debe buscarse el punto exacto entre el derroche y la cicatería, entre la ayuda y el mantenimiento. Ayudar a la cigarra, sin penalizar a la hormiga.


Supongo que, yo soy un "cuñao". Si es por cuestionarmelo todo, creer más en las personas que en los dogmas y preguntarme las cosas un par de veces, a mucha honra. Ya lo dijo el primer presidente republicano de nuestro país al dimitir: estoy hasta los cojones de todos nosotros.



 

El cuñadismo o la virtud del término medio