viernes. 29.03.2024

La mirada de Marco

Les confieso una cosa; pocas veces entro en una entrevista con un guión escrito con preguntas. Sólo lo suelo hacer -en esta casa o en otras anteriores- cuando tengo la certidumbre de estar ante un tema no delicado sino escabroso o ante alguien especialmente docto. No es, en mi caso, cuestión de inteligencia; tal vez de rodaje o de sana 'poca vergüenza', como lo prefieran.

El Gran Vía de hoy ha sido una de esas escasas ocasiones en las que me he ataviado de una pequeña "chuletilla". Mi interlocutor y su leyenda lo merecían: Marco Marchioni. Un hombre desconocido para el gran público, pero acaso uno de los grandes sociólogos de la Europa de los últimos cincuenta años. Alguien cuyo consejo requirieron zorros taimados como Enrico Berlinguer o Felipe González no debe tener una réplica fácil en antena. Pienso.

Su mirada transmite sabiduría, venir de vuelta de todo sin que nada le sea indiferente. Es un auténtico deleite hablar con el de como hemos llegado a este punto, preguntarnos en qué momento se jodió todo como para que estemos a un suspiro de ver cantar La Marsellesa con el brazo estirado.

En un momento de la entrevista, le pregunto cómo se han hecho las cosas tan condenadamente mal como para que cada generación esté condenada a vivir peor que la anterior. Me corrige; me dice que se están aplicando, tal vez, soluciones viejas para problemas modernos. Pero cree que tras esta crisis -me dice que sistémica, no económica- vendrán tiempos mejores, y que en ningún caso está convencido de que los hijos vivirán peor que los padres. Qué es posible evitarlo. Aún.

La mirada de Marchioni, en ese instante, me transmite sinceridad. Me tranquiliza. Prefiero esa afirmación de un obrero de la sociología a los cantos de terror de Lagarde o similar. Aunque me advierte que no será fácil; que los Trump, Le Pen y compañía pueden ser efectivos en el muy corto plazo, aunque acabarán derrumbándose en el largo con consecuencias funestas.

Esa entrevista llega en plena eclosión del sumario de Loma Colmenar; cierro los ojos y veo autos policiales, números de teléfono y registros de entrada. Para dormir, llevo unos días que no cuento ovejitas sino actas de la Comisión de la Vivienda. Algo hemos avanzado: la sombra de la sospecha no volverá mientras se siga manteniendo el sorteo como modo de adjudicación y se establezcan unos criterios claros de baremación. "Y sin embargo, se mueve", dicen que dijo Galileo. Igual peco de ingenuo, pero entre la verdad que transmite el último Premio Nacional de Trabajo Social y que estemos empezando a corregir cosas -más por inercia que por otra cosa, cierto-  el mundo esta noche me parece un lugar ligeramente más saludable que esta mañana.

Por cierto: la preguntita de marras no venía en la chuleta. Que al final, como casi siempre, acabé escribiendo para prácticamente nada.

La mirada de Marco