En pleno siglo XXI es muy difícil imaginar cómo vivían nuestros compatriotas de hace cien años. Lo que conocemos a través de los libros de historia y de aquellos que han vivido lo suficiente para contarlo nos da muestra de que la sociedad española y, por tanto, su Ejército, han vivido un cambio radical en los últimos 100 años.
Buena muestra de ello la da uno de los carteles de llamamiento a alistarse en La Legión de su primera década de vida, la de los años 20 del siglo pasado. En el mismo, como pueden ver a continuación, se recogen algunas de las ventajas de unirse a sus filas. Unas ventajas que no tenían que ver solo con el sueldo, de 500 pesetas por 4 años (el equivalente a 3 euros actuales) y 700 por 5, sino también con otros detalles que les relatamos a continuación.
“Tendréis alimentación sana y abundante. Vestuario de buena calidad, práctico y vistoso. Primas de enganche muy crecidas y aumento de haberes por años de servicio. Los legionarios son los soldados del Ejército mejor retribuidos, los de mejor porvenir. Los que aspiráis a la gloria, los que deseáis lugar de olvido, de redención, de lucha; los que busquéis aventuras y aspiréis a ostentar galones, estrellas, cruces o a ganaros en la lucha el mejor título de caballeros: ¡La Legión os espera! ¡Alistaos en La Legión!” reza la hoja de reclutamiento para la entonces recién creada unidad.
Eso sí, todas esas ventajas tenían una contrapartida, la entrada asegurada en combate. La Legión en aquellos años hacía frente a la dureza de la guerra en el Rift. Desde su fundación, en 1920, hasta el término de la misma, en 1927, los legionarios fueron la avanzadilla. Como saben, su primera base fue la Posición A, el acuartelamiento de García Aldave, de sobra conocido por todos los ceutíes, y desde el que se podía controlar todo el Estrecho, sin duda una posición estratégica vital en aquellos años de duros enfrentamientos en la segunda Guerra de Marruecos.