jueves. 19.09.2024
HISTORIA- ASESINATOS QUE MARCARON NUESTRO TIEMPO- V

La paz murió en la Plaza de los Reyes

La muerte es posiblemente el acto más democrático que existe, pues todos estamos llamados a ella. Sin embargo, ha habido fallecimientos a lo largo de la historia que han alterado el curso de la misma. Desde jefes de Estado a humildes panaderos, Ceuta Televisión les ofrece algunas de las muertes más influyentes de las últimas décadas. Asesinatos que cambiaron el mundo

 

A finales de los años 70, un funcionario español tuvo curiosidad sobre el interés norteamericano por todo lo que concerniese a la Transición. La respuesta no pudo ser más explícita: su interlocutor desplegó un mapamundi y le pidió que señalase el centro de la tierra. Efectivamente, la Península Ibérica. Desde el punto de vista geográfico, estamos justo en mitad del globo. Pero desde el punto de vista sentimental, religioso, hay una región a la que el mundo mira cada cierto tiempo con desasosiego y pavor: Oriente Medio. Presumir que, si el asesinato que hoy traemos no hubiese tenido lugar aquello sería un remanso de paz, es ser demasiado presuntuosos. Pero del mismo modo, parece claro que las cosas hubieran sido diferentes de no ser por aquella infausta jornada en la Plaza de los Reyes. La Plaza de los Reyes de Tel Aviv, que acogía el 4 de noviembre de 1995 un acto en favor de la paz entre israelíes y palestinos. Un acto que encabezaba un hombre que había vivido una profunda metamorfosis. Procedente del mundo militar, se había convertido en el cerebro de las operaciones que permitieron a Israel no solo repeler los ataques de Egipto o Siria, sino lanzar un contragolpe y controlar aún más territorios. Fue la Guerra de los Seis Días. Casi un héroe nacional, fue embajador en Estados Unidos donde llamó la atención por su estilo alejado de los cánones diplomáticos: Isaac Rabin era directo, sin dobleces ni apenas idea de protocolo. A su regreso, a mediados de los setenta, se convirtió en primer ministro. El primero nacido en Israel, cuyo mandato acabó convulsamente por un caso relacionado con una cuenta corriente a nombre de su mujer.

 

De aquello, siempre culpó a alguien: Simon Peres, al que señalaba como un permanente conspirador. De hecho, los ochenta fueron para Rabin un periodo de ostrascismo, solo roto por alguna autobiografía en la que arremetía duramente contra Peres, compañero de partido. Pero la política propicia extrañas amistades y giros inesperados. Es elegido primer ministro, sorpresivamente, derrotando al propio Peres en las primarias y luego a Isaac Shamir -dirigente del país durante la primera Guerra del Golfo- en los comicios. La aritmética da para un gobierno de coalición nacional, en el que su mortal enemigo es nombrado ministro de Exteriores.

 

Son sus últimos años, pero experimenta una profunda metamorfosis. Acepta la interlocución de Arafat y sentarse a hablar con los palestinos. Y en 1994, en el mismo lugar donde años antes Jimmy Carter, Menahem Beguin y Anuar El Sadat habían firmado un histórico acuerdo de paz, la foto se repite con Clinton, Rabin y Arafat. Un acuerdo resumido en tres palabras: paz por territorios. Israel cedería terreno a Palestina, a la que daría un Gobierno autónomo, a cambio de unas fronteras seguras.

 

Sin embargo, y pese a que dicho acuerdo se vio reforzado con el Premio Nobel de la Paz a Rabin, Arafat y Peres, aquello no fue acogido favorablemente por todo el mundo. Los colonos ortodoxos se negaban a abandonar sus territorios, dando lugar a no pocas tensiones. El terrorismo suicida no cesó. La oposición israelí vio la posibilidad de reconquistar el pais en las urnas criticando a Rabin, al que acusaba de ser una sombra de si mismo y extremadamente generoso con los terroristas.

El proceso de paz estaba tocado. Y Rabin quiso reforzar la moral de sus partidarios con un multitudinario acto en la plaza que hoy lleva su nombre. La misma en la que confesó aquella noche que “Fui hombre de armas durante 27 años. Mientras no había oportunidad para la paz, se desarrollaron múltiples guerras. Hoy, estoy convencido de la oportunidad que tenemos de realizar la paz, gran oportunidad. La paz lleva intrínseca dolores y dificultades para poder ser conseguida. Pero no hay camino sin esos dolores”. Una frase premonitoria: minutos después el ultraderechista Yigal Amir abría fuego con una semiautomática contra el anciano primer ministro, cuando este se encontraba ya en su vehículo. Rabin murió 40 minutos después en el Hospital. A su entierro, asiste la práctica totalidad de dirigentes mundiales de la época: Clinton, Felipe González, Chirac o el egipcio Hosni Mubarak, entre otros. Y su antaño archienemigo, convertido en los últimos meses en confidente personal: Simon Peres.

 

Amir está condenado a cadena perpetua. Tal vez, cuando aún no ha cumplido medio siglo, aún tenga tiempo para confesar que aquella noche no solo mató a un hombre. También a una fugaz esperanza de paz para el lugar en el que palpita el corazón del mundo.

 

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